JULIO DE LA ROSA – El espectador.
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El titular para hablar de este disco sería “Julio sale a la calle”, y es que efectivamente abandona su habitación oscura de cantautor resentido con la vida para airear sus heridas al sol de la mano de Calamaro, Antonio Luque y Enrique Bunbury. No es que se haya convertido en la alegría de la huerta (casi lo consigue en “la cama”), pero ya no es tan huraño, y en lugar de quejarse de sus dolores los acepta como parte del juego de la vida (tal vez esa sea la definición de la madurez). Sus notables letras en castellano se hacen acompañar de una música arrabalera de producción cristalina donde brilla con luz propia el acordeón. En definitiva, uno de esos discos a los que se le termina cogiendo cariño.
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